La magia de estar lejos
Un poquito sobre extrañar la tierra y la alegría de crear nuevos recuerdos.
Son vísperas navideñas. Mientras escribo esto recibo un mensaje de mi papá en el grupo de WhatsApp. Nos manda una foto a mi hermano y a mí del pino de navidad que está armando para su casa. La navidad pasada lo pusimos él y yo juntos.
Pienso que estar lejos es eso: acostumbrarse a vivir momentos especiales de aquella otra vida a través de fotos, videollamadas y redes sociales. Desear que existiera la teletransportación para poder disfrutar al menos un cachito de ese momento especial.
Bloqueo la pantalla de mi celular, dejo esa otra vida en la que me sumergí por un instante y vuelvo a mi libreta. Estoy en el café donde me reúno con el grupo de escritura al que me uní recientemente.
Una vez más vengo a presentarme aquí ante mi escritura, sin saber exactamente a dónde nos llevarán todas estas líneas.
Hace unos días cumplí un año de haberme mudado. Sí, ha sido el año más increíble, pero también uno de los más retadores. Después de haber vivido toda mi vida en Monterrey, el 29 de noviembre de 2023 dejé mi país, mi familia, mi trabajo y todas mis amistades. Todo aquello que me conformaba. (Tal vez sigo escribiendo sobre esto por que aún no lo tengo totalmente digerido.)
He sido la primera de mi familia, hombre o mujer, en irse a vivir lejos, en haber salido de México, siquiera cambiado de ciudad. Al parecer en mi familia se da muy bien eso de asentarse, echar raíces. Los últimos en mudarse fueron mis abuelos que dejaron Vallehermoso, Tamaulipas para ir a vivir a Monterrey. La mayoría de mi familia, ha envejecido en el mismo lugar donde nació.
(Tita, ¿usted también se sentió como yo en estos momentos?)
El norte de México, es muy diferente a las demás regiones del país. Se siente incluso como un México diferente. Otro lado. Pienso que tal vez, por que esta parte del país solía pertenecer a Estados Unidos, entonces se siente como una cultura totalmente diferente a la del centro y sur. Es por eso que nos identificamos más como “regios” que como “mexicanos”. Soy mexicana, pero soy aún más regia.
(Ahora estoy aquí y tengo el sentimiento de que las nuevas personas que conozca nunca podrán entender lo que viví en mi otro lugar.)
Vivir en un lugar lejos de casa, ha sido una experiencia que no había vivido nunca antes. Los lugares a los que había viajado habían sido relativamente cerca, a Estados Unidos y dentro de México.
(Me acuerdo de esas últimas vacaciones en Acapulco. Mi mamá, mi papá, mi hermano y yo. Éramos una familia totalmente diferente a la de ahora. Parece que hasta somos diferentes personas.)
Vine acá a vivir por el trabajo de Andrés, él tenía ya 2 años viviendo aquí. Todos nos dicen que acá es mejor, que hay más oportunidades, más seguridad, más dinero, una casa más grande, un vecindario más seguro, una mejor vida.
Aquí nació mi hija Emma.
(Emma, ahora puedo decir tu nombre y siento que estoy hablando de alguien: estoy hablando de ti. Mientras estabas en mi vientre, me era muy difícil dirigirme a ti como alguien. Ahora sé quién eres, he podido conocerte. Ahora tu nombre tiene un rostro.)
El que mi hija haya nacido aquí, me hace sentir que siempre habrá algo que unirá a este país conmigo, aunque mi hogar siga siendo México.
¿Cuál es el verdadero hogar? ¿La tierra donde aprendimos a vivir, donde se encuentra nuestra versión más pura? Los recuerdos de la infancia y de los abuelos, la escuela, las amistades de toda la vida y la comida favorita; ¿O la tierra en la que desplegamos las alas para volar y convertirnos en la persona que elegimos ser? La que me ha visto convertirme en madre y construir esta esquina del mundo que llamo hogar.
Es raro, ayer hablé sobre Monterrey y no sentí ese apego que al principio sentía. Fue menos intenso. Se sintió como una amistad lejana, con la que lo fui todo pero ya no nos frecuentamos más.
Envío fotos de Emma en el pinito a la familia de mi mamá. La vida ahora es esto, que mi mamá tenga que la primera navidad de Emma a través de fotos y videollamadas. Nos mandó regalos con mi suegros que vinieron a pasarla con nosotros: tres juegos de gorritos iguales para ella y para mí. Hoy lo envolveré para ponerlos debajo del pino.
Pienso en lo increíble que sería, estar en algún lugar todos juntos.
Vivir lejos es anhelar estar en aquel otro lugar, sin realmente querer dejar el actual. Hacer las pases con que todos seguirán sin ti y tú seguirás sin ellos. La vida seguirá.
Creo que a veces peco de idealizar ese pasado. Me siento mal de extrañar, de pensar que es mejor que este presente. Seguramente en unos años, sentiré lo mismo respecto a este tiempo. Es curioso cómo funciona el paso del tiempo y el espacio; en la nostalgia que sentimos por lo que ya pasó, incluso por lo que aún no ha pasado. Queremos volver a todo eso que no sea el presente.
Días después, mi mamá también me manda fotos del pino de navidad en su casa. Me pone feliz saber que en Monterrey hay dos arbolitos navideños que me esperan, sin embargo, este año solo los veré por fotos. Desde la montaña que es ser su hija, veo a mis papás crecer, envejecer; por separado, pero al mismo tiempo.
Además de esos dos pinos de navidad, también tengo el pinito de mi casa. Cuentan tres arbolitos en total.
Estar lejos es saber que aún conservas aquella vida que dejaste atrás. Tienes un lugar que nadie podrá ocupar jamás. Tal vez algunas amistades se vayan atenuando con el paso del tiempo, pero las reales se quedarán. Ahora el tiempo con tu mamá, papá y hermanos se vuelven más valiosos. Sabes que no hay tiempo que perder, cada vez que nos vemos, nos encontramos más viejos. Ellos y también tú.
Me doy cuenta de que soy cachitos de todas esas vidas que he vivido. Llevo conmigo todas esas historias, personas y lugares. Los viajes, las risas, la música y las flores.
Anoche envolvimos los regalos para Emma. Ella no lo sabe, pero esta navidad es la que más recibirá regalos. Nos tocó ser Santa por primera vez y fui muy feliz escogiendo el papel para envolver. Fue uno con rosa con dibujos de viniles y el otro de El Grinch. Ayer también pusimos por primera vez la esfera de Emma en el pinito.
Había pensado en titular esta historia “El duelo de estar lejos” pero decidí cambiarlo por “La magia de estar lejos” y apropiarme de esta nueva narrativa. Extrañar puede ser lindo, a veces cuando me acuerdo de cómo solían ser las navidades me invade la nostalgia. Quiero vivir sabiendo que extrañar está bien, pero también tengo todo un presente por disfrutar y el mundo por descubrir.
Esta navidad quiero hacer el pastel que mi Tita horneaba cada año: uno de pan de vainilla con betún de limón y chispas de colores. Lo compartiré con Andrés y Emma. Es mi manera de traer al presente un poco de ese pasado que ya fue. Otro de mis intentos de crear una realidad donde puedo tenerlo todo al mismo tiempo: las personas que ya no están y las que viven ahora conmigo.
En esta realidad, vivimos Emma, Andrés, mi Tita y yo.
¡Te quiero amiga! La verdad es que nunca vas a encontrar ese sentimiento de hogar como antes porque ahora tienes más de uno (con tu mamá, con tu papá y el de ustedes) y cada uno tendrá un sabor diferente. Ya casi son 9 años para mi de vivir en Francia y esa magia de estar lejos sigue sabiendo un poco amarga pero cada vez vas encontrando algo diferente que te hace sentir feliz y como en casa (pero no es igual, mmmh cómo explicarlo…). Pero recordar es volver a vivir, y esos recuerdos nos hacen sentir vivas y que los momentos felices son los que se quedan en nuestra memoria (es nuestro recuerdo usaríamos para hacer nuestro Patronus 😉): Extraño las posadas, los intercambios de regalos, la música navideña en español, los sabores y olores de México en Diciembre y más que nada el viaje anual a la CDMX con mi familia: comer en mesas de más de 15 personas, gritarle al tío o primo que te pase la ensalada o el bacalao, duerme y repite 💗 pero ahora tengo mercados navideños, vin chaud (vino caliente con especias, como un ponche pero con alcohol), calendarios del adviento (un chocolate al dia del 1 hasta el 25 de diciembre), y lo de comer, dormir y repetir sigue ahí pero diferente porque ahora nuestras mesas son más pequeñas (objetivo llenar la mesa con hijos 🤪)
El primer año es difícil pero poco a poco las heridas se vuelven cicatrices y como dice la Dr. T. Swift: “Everything you lose is a step you take” (YOYOK, 2022)
Gracias por compartir tu historia. Me encanto esa parte de que somos cachitos de todas estas historias que hemos vivido. Estoy totalmente de acuerdo. Yo también estoy muy lejos de la casa de mis padres, pero no lejos de mi hogar. Ahora lo entiendo. Una feliz navidad para tí y tu familia