Mucha vida sucediendo
Un poquito de lo mucho que sucedió en mi semana en Monterrey, los reencuentros y volver a lo que tanto extrañaba.
Es la segunda vez que escribo esto por que la app de Substack decidió borrar el anterior (pausa para llorar), pero espero poder reconstruir la carta hasta donde me quedé.
¡Hola, queridas amigas! Sé que hoy es asueto en México entonces tomemos este lunes como domingo ¿sí? Sé que desde hace dos semanas que no escribo por acá, pero es que fueron días muy intensos de un viaje corto pero que albergó demasiado y quise darme chance de disfrutar al cien lo que me tocaba vivir en el momento.
Como les contaba, ha sucedido mucha vida en estos días. Si ya me siguen en Instagram, saben que me fui para Monterrey y también a la Riviera Maya para la boda de una gran amiga. Tengo una semana de que regresé pero siento que no he podido arrancar al cien de nuevo. Ya saben que soy de procesos más lentos que lo común.
Regresé a tierras regias después de casi diez meses de no visitar, primero por precaución en los últimos meses de mi embarazo y después por que era muy pronto para viajar con mi bebé recién nacida. Teníamos esta boda prevista desde hace muchísimo tiempo pero por temas burocráticos de renovación de visa y la situación poco amigable con nueva administración del gobierno gringo, casi me quedo sin ir.
Una semana antes todo se alineó para tener la papelería que necesitaba para viajar y ¡ca-chin!, que compramos los vuelos para irnos. Como se pueden imaginar yo tenía los nervios a tope, pues ya había renunciado a la idea de ir por toda la situación y el cambio de planes, aunque estaba feliz de poder acompañar a mi amiga y visitar Monterrey, me sobrecargó con todo lo que tenía que quedar listo para poder irme.
Este fue el primer viaje de Emma y también iba a ser mi primera vez viajando con ella sola, entonces claro que se me llenaba la cabeza de todos los escenarios catastróficos que podrían suceder. Como ya es costumbre, nada de eso sucedió y Emma estuvo increíble en ambos vuelos y tampoco tuvimos problemas con la papelería, lo cual fue un alivio enorme.
Sentí el aterrizaje y desde la ventanilla del avión pude ver el atardecer naranja rojizo y las luces de la ciudad que marcan como un mapa estelar en la tierra. Regresé a casa. Ahora con mi bebé en brazos. Le pedí al señor que venía al lado mío si podía tomarle una foto por mí, porque yo estaba en pasillo y no podía moverme por traer a Emma dormida. Tomó exactamente una foto y esa es la que les dejo a continuación.
El ritmo caótico de la ciudad me absorbió en cuanto me bajé del avión con Emma recostada en mi pecho. Se me había olvidado lo acelerada que es la vida acá. Pasamos por todos los filtros necesarios y en un ratito ya estábamos esperando afuera a que mi hermano pasara por nosotras.
En esos días vi a mi papá y mamá, hermano, tíos y tías, primos y primas, sobrinas, suegros, cuñadas y cuñados, abuelo y a las amistades que tanto me hacían falta. Nunca hubiera terminado con todas las personas que tenía ganas de ver, pero pude alcanzar a la gran mayoría.
En una cena con mis amigues de mi trabajo anterior, lloré al abrazarles. No podía creer que había pasado tanto tiempo sin vernos. Lloré porque les extrañaba, porque extraño quienes éramos juntos y vernos todos los días. Todavía me cuesta creer que yo vivo acá y ellxs allá, para decir verdad. A veces siento como si estuviera viviendo un sueño y en cualquier momento voy a despertar y volver mi vida en Monterrey. Ya después de un ratito de reírnos como si no hubiera pasado el tiempo, se me olvidó todo. Aunque lo he trabajado en terapia, no sé si algún día me será más fácil soltar por que tiendo a amar mucho y con todo el corazón.
Regresar a Monterrey, también es revivir algunos de mis demonios: algunos dramas familiares, tratar de complacer a todo el mundo, dificultad para poner límites, batallar para expresar lo que quiero y poner las necesidades de las demás personas antes que las mías. Una de las ventajas de vivir lejos también es tener un poco más de de libertad de expectativas y la mentalidad tradicional, eso es algo que no extraño para nada.
Me alegré mucho de ver que las plantas y el perrito que dejé con mi papá ahora están en su mejor momento, incluso mejor antes que conmigo y entendí que él también está bien sin mí. Hasta el maguey floreó, la buganvilia está tan grande y frondosa que ya invadió el patio de la vecina y Cachito ahora va a subir el cerro con mi papá los fines de semana. Entendí que la vida siguió y tal vez yo no era tan indispensable en la vida de los demás como me imaginaba. Otro gran alivio, aunque también agridulce.
Empaqué libros que no leí, libretas en las que no escribí y mi iPad que jamás se encendió pero a cambio compartí abrazos, chilaquiles, cafés, risas, pláticas largas, sonrisas, muchos tacos, vino, carcajadas y abrazos de reencuentro después de mucho tiempo, que son los que más amo.
Como dice Valeria Luiselli, esta carta será de corto aliento, por que quería pasar a saludar pero hoy no puedo ordenar mis ideas para escribir más, prometo que nos pondremos al corriente más adelante.
Gracias por leer y estar aquí.
Majo