Es de las primeras cosas que aprendemos a hacer en la infancia. Leer y escribir.
Y me parece muy duro que de pronto no podamos pronunciarnos con lectoras o escritoras cuando tenemos toda una vida escribiendo.
“No leo lo suficiente”. “No escribo lo suficiente”. Entonces no soy lectora. Tampoco escritora.
Haberme convertido en mamá me ha impulsado a escribir más, quizás para conservar mi esencia y mantener los pies en la tierra. Me propuse escribir más sobre absolutamente todo: la guerra con mi cuerpo, las tremendas transiciones, lo difícil que se vuelve a veces salir de la cama, convertirme en hogar después de que el mío se rompió. Después de tantos años de ser la eterna alumna decidí poner disciplina en lo que algunos llamarían hobbie, si quiero que se convierta en una forma de vida.
Estudié una licenciatura en Mercadotecnia Internacional y ejercí mi carrera por casi 10 años, entre mis prácticas profesionales y mi primer trabajo. Estaba muy feliz en mi trabajo “godín”, no fue precisamente que quisiera renunciar, si no que las circunstancias me llevaron a mudarme de país y no podía llevarme el trabajo conmigo.
Entonces ahora no sé bien que soy y me encuentro en ese baile. He agradecido mucho este tiempo de sentirme perdida, o más bien, encontrar esa esencia que me conforma. Por que eso que hace vibrar mi corazón, siempre ha estado ahí. Tal como la materia no se crea, ni se destruye, solo se transforma. Creo mucho en eso, no sé si necesariamente soy una nueva persona y destruí mis versiones anteriores, si no que me he transformado una y otra vez.
Leí un libro el año pasado llamado Make your art no matter what. No recuerdo bien lo que decía, pero eran consejos para lograr vivir de tu arte. De las mayores dificultades a las artistas o escritoras nos enfrentamos es poder encontrar el tiempo el tiempo para escribir. En mi caso, los pendientes de la casa y mi hija ocupan la mayoría de mis días. Y está bien, me encanta estar en mi casa, mi familia y mi bebé, pero siempre estoy pensando en las cosas que podría escribir y en cómo no he podido encontrar el tiempo para poner palabras últimamente.




Pero nunca habrá tiempo. Siempre pasan cosas. Tienes un poco que empujarte, incluso forzarte a encontrar ese tiempo tan ansiado.
Sin embargo, además del tiempo, lo que más me cuesta trabajo es poder nombrarme escritora. Sé que es algo con lo que muchas lidiamos, por el famoso síndrome de la impostora. No sentirnos suficientemente buenas, por no tener la suficiente práctica, experiencia o contactos. Constantemente nos exigirnos más y más y nos agobia ser excelentes.
Ya que no he escrito algo formalmente, no tengo una licenciatura en letras, no sé mucho de clásicos ni de filosofía, es difícil poder nombrarme como mujer que escribe. Tal vez podría nombrarme como alguien que le gusta escribir y sería más fácil. Pero no: Quiero nombrarme escritora. Aunque me dé miedo que los demás se rían o no me tomen en serio.
Por que cuando escribo me transporto. Puedo escribir por horas, las pocas veces que el ritmo de la vida lo permite.
Como mencioné antes, me mudé de país hace un año y eso me obligó un poco a empezar desde cero. No tengo muchas amigas, entonces mi esposo me dió la idea de crear una cuenta en una app donde se publican eventos de distintos intereses: actividades al aire libre, reuniones, clubes de lectura, networking.
Encontré un evento para reunirte con otras personas a escribir. La actividad consiste en simplemente acudir a un café, la organizadora pone un temporizador y durante toda la hora te dedicas a tu escritura. Fue muy inspirador conectar con personas que también son apasionadas de las historias y platicar con ella sobre lo que están trabajando. Dió la casualidad de que ninguna de nosotras somos escritoras formalmente.
Escribir esto me ha llevado a recapitular algunos de los eventos que me acercaron a la escritura. Me parece que hay ciertos momentos en la infancia que nos marcan, que van forjando poco a poco quienes somos. Tengo varios recuerdos vivos de mi infancia. Recuerdo cuando una noche, mis papás estaban en la cocina y yo arriba en mi cuarto. Me hablaron para que bajara y mi papá me entregó una libreta de regalo. Me emocioné muchísimo y subí corriendo a mi cuarto para empezar a escribir.
La libreta parecía como de oficina, entonces tengo la teoría de que tal vez alguno de los dos la trajo de su trabajo para regalármela. No tenía nada de especial, de hecho era bastante simple: era un cuaderno a rayas con una portada de patrón negro con blanco y un recuadro para escribir el nombre de la propietaria. No era mi cumpleaños, pero recuerdo ese día más que otros días que seguramente debían ser especiales. Atesoré muchísimo ese cuaderno y empecé a usarlo como diario. Recuerdo esa vez como la primera vez que empecé con ese deseo de escribir sobre las cosas. Sobre mí, sobre lo que sentía y lo que pasaba a mi alrededor.
Nací en los 90’s y fui niña en los 2000’s. Una de las cosas que más quise de niña fue un diario electrónico: era una libreta dentro de algo que parecía una cajita y solo podía cerrarse con un identificador de voz. No encontré la foto en internet pero hay una que se le parece que dejaré a continuación:
Una niña de mi salón lo tenía, no sé si era este exactamente, pero era muy parecido y el de ella era color celeste. A veces se lo llevaba a la escuela y yo le pedía que me dejara verlo, no me interesaba saber lo que ahí escribía, pero me causaba mucha curiosidad que pudiera abrirse con la voz. Pensaba que yo necesitaba algo así, para poder escribir mis más grandes secretos sin que nadie pudiera leerlos. Creo que solo lo vendían en Estados Unidos y las veces que fui con mis papás no lo pude encontrar, o tal vez se me olvidó buscarlo, no sé. Atesoro mucho ese recuerdo del diario que no tuve.
En otra ocasión, en mi colegio hicieron un concurso de historias. Todos los niños y niñas escribiríamos un cuento y al final escogerían los mejores para hacer una recopilación y publicarlas en un libro. Escogieron mi historia, aunque no recuerdo ni de qué escribí. Probablemente algo sobre mi abuela o sobre la naturaleza. Nos llevaron a todos los niños y niñas a una premiación que fue en un hotel y ahí nos entregaron un reconocimiento y una medalla de algo que parecía ser oro. Tal vez no era oro, pero sí me acuerdo que era muy brillante. ¿Contará ese libro como mi primera publicación?
Cada año, había en mi colegio una serie de concursos. Spelling bee, deletrar; Mental math, matemáticas; Ortografía y por último Lectura y comprensión. De mental math, ni hablar, nunca pasé ni a la segunda ronda. En Spelling bee me ponía muy nerviosa: había que pasar en frente de todos los alumnos y alumnas, la maestra te daba una palabra y tenías que deletrearla sin cometer un error. Al final, los y las mejores competían uno a uno. No logré destacar demasiado. Pero en Lectura y comprensión era de las mejores. Para este concurso nos entregaban una historia y al final unas preguntas para responder. Me fascinaba, todavía siento que me emociono de pensar en ese concurso. Me encantaba leer la historia y al final responder las preguntas y me sentía muy orgullosa cuando lograba obtener todas bien. Me da ternura que me aferro a esos logros (iba a decir pequeños, pero quiero dejar de minimizar lo que hago) de la infancia para fundamentar m carrera como escritora.
Entre mi infancia y adolescencia (¿podría decirse pubertad?), me obsesioné con W.I.T.C.H., una revista que yo pensaba era un cómic, pero ahora que googleo la imagen se describe como novela gráfica. No sé cómo di con ellas pero recuerdo que después de la escuela a veces nos tocaba acompañar a mi mamá o a mi papá a hacer la despensa en un Gigante cerca de mi casa. Afuera del supermercado había una plaza con comercios, entre ellos un puesto de revistas. Creo que ahí la vi y me gustó mucho la portada. No podía esperarme a leerla en mi casa, la leía en el camino y para cuando llegábamos a la casa ya la había terminado.
Era la historia de cinco niñas brujas que tenían poderes, iban a la escuela, se enamoraban y, lo más importante, se volvían mejores amigas. Amaba esa historia. Cada semana salía una nueva edición y yo no podía esperar a acompañar a mis papás al súper para después pasar por el puesto de revistas y llevarme la nueva.
También calcaba los dibujos de las W.I.T.C.H. en mis libretas y los coloreaba con mis plumones, por que también me gustaba mucho (me gusta) dibujar. Así pasaba mis tardes: leyendo y dibujando en casa de mi abuela.
Una de mis temporadas favoritas de la escuela era cuando se organizaban ferias del libro y editoriales llevaban libros para infancias o adolescencias. Ahí fue donde conseguí mi primera edición de Mujercitas y Jane Eyre. En ese momento no sabía las historias tan clásicas que eran y lo mucho que significarían para mí, solo recuerdo que me gustaron las portadas y lo que describían las contraportadas. Aquella vez fui con mi mejor amiga de la secundaria y quedamos en intercambiarnos los libros que cada quién compró, algo que tristemente nunca sucedió, pero esa es otra historia.
Mi amor por ir a las librerías creo que comenzó a raíz de ir a la Feria del Libro en Monterrey. En la prepa nos daban puntos extras en la clase de Literatura y Redacción si íbamos. Aunque no me dieran los puntos extras, yo iba por que lo amaba. Amaba (y amo) estar rodeada de pasillos y pasillos de libros y la posibilidad de leer todas aquellas historias. También disfrutaba ir a las ponencias de autores y autoras que hablaban de sus historias. Me fascinaba.
Muchas veces fui con mi papá y casa quién escogía unos dos o tres libros para llevar. En ese tiempo no leía cosas que se catalogarían como profundas, me gustaban (y aún me gustan) las novelas románticas y las historias fantásticas. De hecho, fue en una feria del libro que encontré una de mis novelas favoritas de siempre El Murmullo de las Abejas de Sofía Segovia. Ir a la feria del libro es de las cosas que más extrañé en este año de mudanza.
Mi materia favorita en la prepa eran Lectura y Redacción y Literatura. Participaba en todas las clases y le echaba demasiadas ganas a mis ensayos, no solo porque tenía una beca que mantener si no porque genuinamente me apasionaba tener que leer un libro y después discutirlo en clase. Todas las demás clases se me hacían pesadísimas, esta era la única que sentía disfrutar.
Me parece que estábamos discutiendo La Metamorfosis de Franz Kafka, cuando (no me acuerdo en qué contexto) la maestra se refirió a otra novela, estoy casi segura que Twilight o 50 Shades of Gray y dijo que parecía escrita por una ama de casa. Todo el salón se río, incluyéndome.
Pero algo se sintió mal dentro de mí por haberse reído. En ese entonces no conocía de términos machismo, feminismo, género, misoginia, claro. Me reí pero por dentro se sintió incorrecto: ¿Las amas de casa no podían atreverse a leer o escribir? Y si se atreven, ¿Iban a usar su escritura como insulto?
No sé como nunca lo supe ver, de hecho, nadie a mi alrededor pudo notar que mi pasión era dedicarme a las letras, a los libros y la lectura.
Creo que mucho tiene que ver que en el norte del país en esa época, a diferencia del centro, no había demasiado espacio para las artes. Desde chicos se nos inculcaba a dedicarnos a la ingeniería, industria, arquitectura, negocios. De hecho, al principio quería ser química, como mi papá y mi mamá; después también pensé en ser arquitecta, por que me gustaba dibujar. Aunque estuve en clases de pintura, cerámica, guitarra, todo eso se consideraba como recreativo, no realmente una profesión.
Personalmente dedicarme a las letras jamás cruzó mi mente. De hecho, ni si quiera pensé que fuera posible. No me cuestioné quién escribía los libros que leía, para mí eran personas de otros siglos, figuras misteriosas de otra época. En ese entonces yo no sabía que una podía querer dedicarse a leer y/o escribir para vivir.
No conocía a alguien que fuera escritor ni mucho menos escritora; o se dedicara a las artes, a la música, a dibujar, pintar. Todas las personas adultas que me rodeaban tenían profesiones muy orientadas a otros giros más serios. Nadie veía escribir o dibujar como algo serio. Entonces jamás lo pensé, veía leer como un hoobie, que le llaman. Algo de los tiempos libres.
La verdad es que escribo todo el tiempo en mi mente, siempre estoy pensando en historias que a veces no encuentran el tiempo de plasmarse y se quedan ahí en mi imaginación.
Me he inscrito a todos los cursos de escritura, círculos de lectura, leído docenas y docenas de libros y aún no puedo nombrarme escritora. Me he convertido en lo que le llaman la eterna estudiante: aprendo y aprendo pero ningún conocimiento es suficiente para tener la confianza de poner manos a la obra de verdad y dejar las historias fluir.
Esto que escribo también es para ti que me lees y tal vez también batallas para denominarte escritora (o cualquier otra cosa). Pienso yo que escribir ya no se ve necesariamente como aquella imagen romantizada de una mujer con un cuarto propio lleno de libros y un enorme escritorio, escribiendo cartas largas con pluma de tinta china frente a la ventana por horas y horas. La vida ahora tiene un ritmo diferente.
Escribir en estos tiempos se trata de escribir en todas partes.
Escribir una idea mientras estás en una junta de trabajo.
Escribir en un cuarto lleno de personas.
Escribir esperando la parada del metro.
Escribir en la aplicación de notas del celular.
Escribir mensajes de amor largos por WhatsApp.
Escribir textos súper descriptivos en los posts de Instagram.
Escribir en una libreta mientras preparas la cena.
Escribir mientras cuidas.
Escribir mientras maternas.
Imaginar historias mientras paseas a tu perrita.
Escribir en el pequeño balcón de tu departamento.
Grabar largas notas de voz a aquella amiga que extrañas.
Escribir en todas partes.
Nadie nos dice, pero todo esto nos vuelve escritoras. Escritoras de este siglo que están entendiendo cómo se ve escribir en estos tiempos. Nadie nos puede quitar el poder de decidir cómo nombrarnos.
Supongo que, como dicen: lo que no se nombra, no existe. Tal vez se empieza comenzando con nombrarme escritora, más allá de las historias que logre o no escribir. Así que hoy estoy aquí, escribiendo por el simple placer de hacerlo y ver qué sale. A ver a dónde nos llevan todas estas líneas.
Gracias por leer,
Majo :)
Wow te acabo de encontrar Majo y que increíble!!!! Una bella escritora dejando su corazón en cada palabra
Gracias, Majo por compartir esto tan valioso e inspirador 🤍